14 de octubre de 2007

TODA CIENCIA TRASCENDIENDO (1)

¡MALDITO ROEDOR!

No lo encontraron dieciséis becarios

dando vueltas por el laboratorio,

ni el viejo catedrático tenorio,

ni su alumna de gestos refractarios.

No lo encontré guardando en los armarios

las muestras que mandaba el sanatorio,

ni en los tubos de isótopos de torio,

ni en las placas de páncreas embrionarios.

Se debió de esconder un cuarto de hora

en un negro rincón de la impresora;

y en la página tres del documento

que esa mañana a un journal remití,

fue a caligrafiar con su excremento

la firma que halló el puto referee.

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