28 de octubre de 2007

EL POSITIVISMO ES UN HUMANISMO (4)


En el caso de la ciencia parece que funciona bastante bien el sistema de competencia feroz entre investigadores, cada uno de ellos intentando demostrar mediante argumentos lógicos y observaciones empíricas que las hipótesis de los colegas fallan, pero también reconociendo públicamente el mérito de las hipótesis que logran superar dichas críticas. Ciertamente, la principal diferencia entre este sistema de control, por un lado, y el mercado o la democracia, por el otro, es que en el de la ciencia no aparecen por ningún lado los ciudadanos o consumidores, como sí lo hacen en los segundos, o al menos esa es la impresión; dicho de otra manera, las teorías científicas, el hombre de la calle ni las compra ni las vota.


¿Quiere esto decir que el contenido de la ciencia está fuera del control democrático? De ninguna manera, porque los ciudadanos tendrán una poderosa arma de control en la medida en que controlen el flujo de recursos que llegan a la investigación científica, y este control se establece fundamentalmente por tres vías. En primer lugar, las industrias fomentarán el desarrollo de conocimientos susceptibles de ser aplicados a la producción de bienes que los consumidores deseen comprar: el conocimiento de los fenómenos electromagnéticos ha sido impulsado en buena medida por el furibundo deseo que muchas personas tienen de ver la televisión, o de escuchar música por la radio, o de contarse cotilleos a través del teléfono móvil. En segundo lugar, en los regímenes democráticos los gobiernos deben justificar ante los ciudadanos por qué financian unas determinadas líneas de investigación en vez de otras. Y en tercer lugar, el recurso económico principal que necesita la ciencia es precisamente su "fuerza de trabajo": los científicos, que estarán seleccionados habitualmente entre aquellas personas que tienen un deseo mayor en influir en el desarrollo de la ciencia.

Por supuesto, también es verdad que tanto en el caso de la ciencia como en el del mercado, y no digamos en el de la política, habrá posiblemente formas de mejorar el funcionamiento de sus sistemas de control, sobre todo en la medida en que haya más ciudadanos cada vez más conscientes del tremendo control que pueden ejercer sobre estos sistemas mediante la combinación de sus decisiones; pero hay que estar muy cegado por algunas ideologías para negar que una parte notable de la población ha visto incrementado su bienestar, sobre todo en el último siglo, gracias al desarrollo de la ciencia, la tecnología, la economía de mercado y la política democrática, aunque esta mejoría, lamentablemente, no se haya extendido, o lo haya hecho muy poco, a otra parte de la población todavía mayor, y a pesar de que la eficacia de la ciencia y la tecnología, e incluso de la democracia, se hayan manifestado muchas veces bajo formas terriblemente crueles.

Lo más interesante del positivismo es, por lo tanto, su reconocimiento de que la validez de las hipótesis científicas se fundamenta (cuando tal validez existe) en la demostración empírica de que la realidad es como efectivamente debería ser si aquellas hipótesis fueran correctas, y asimismo se basa en su reconocimiento de que tanto aquella "demostración empírica", como la prueba de la conexión lógica que existe entre cada conjunto de hipótesis y sus predicciones, sólo pueden llevarse a cabo mediante los procedimientos que estaban al alcance de nuestro sentido común desde la época de las cavernas: el razonamiento lógico y la repetición cuidadosa de las experiencias; pero estos procedimientos son aplicados por la ciencia con la mayor intensidad posible, con la mayor discusión intersubjetiva posible, y liberados de aquellas cortapisas culturales e institucionales que en otras épocas los limitaban.


3. POSITIVISMO REFLEXIVO.

En esta última sección expondré, bien que con poco detalle, las principales razones por las cuales el positivismo supera las críticas indicadas en la primera parte, aunque, más que negando la validez de dichas críticas, lo haré mostrando que los elementos razonables que ellas contienen son en realidad consecuencias de los propios planteamientos positivistas, lo cual hace del nuestro un "positivismo reflexivo" o "sensato". Esto nos obliga a asumir que, ya que la ciencia es el método más eficaz de búsqueda de conocimientos, deben tenerse en cuenta los propios resultados de la ciencia para entender cómo y en qué medida ella misma funciona (tal es la posición que se conoce como "naturalismo científico"), y también a aceptar que, aunque la ciencia sea más eficaz -desde el punto de vista cognitivo- que cualquier otro método, no se sigue de ahí que vaya a ser muy eficaz en todos los terrenos (lo cual distingue nuestra postura del "cientificismo").

Pues bien, con respecto a la primera crítica indicada (la no neutralidad de los datos empíricos), las investigaciones sobre nuestras capacidades cognitivas parecen dejar claro que, en general, la percepción funciona de manera eficacísima dentro de sus límites naturales, de manera que hay al menos ciertos tipos de datos sobre los que cualesquiera seres humanos con capacidades sensoriales normales estarán de acuerdo necesariamente. Los desacuerdos sobre la interpretación de los datos no se refieren, pues, a que distintos científicos perciban las cosas de manera distinta, sino a que utilizan hipótesis diferentes mediante las que interpretar esos datos. Lo que el positivismo demanda es, simplemente, que estas hipótesis sean ellas mismas sometidas a contrastación empírica. Esta demanda no se consigue satisfacer siempre, pero la existencia de innumerables procedimientos experimentales estandarizados da fe de que sí consigue cumplirse muchas veces. La tesis "reflexiva" del positivismo respecto a esta cuestión será, por tanto, que cuando varias teorías entran en conflicto, es recomendable buscar un territorio empírico neutral; la base empírica dada por nuestras capacidades sensoriales es sólo el límite al que se puede llegar en esa búsqueda, aunque en muchas controversias científicas será posible encontrar un terreno neutral mucho antes de alcanzar dicho límite, y, en cambio, en otras muchas no se conseguirá determinar suficientemente qué interpretación de los datos empíricos es la más correcta.


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